La etapa de Portomarín a Palas de Rei va a ser la segunda del Camino de Santiago. Abandonamos el pueblo pasando frente a la iglesia de San Nicolás, hoy con una imagen bien diferente a la del día anterior. Lo que ayer era puro jolgorio de centenares de peregrinos, hoy es un remanso de paz, circunstancia que aprovecho para ordenar mis pensamientos de cara a la jornada que nos espera.
La salida de Portomarín arranca cuesta abajo para volver a cruzar el embalse de Belesar por un discreto puente, pero solo atravesarlo ese conato de alegría se trunca rápidamente al observar la subida que se avecina, la cual dominará una parte importante de la jornada. El primer repechón, de poco más de cuatro kilómetros, lo haremos en el más sepulcral de los silencios. Sin embargo, toda regla tiene su excepción, y frente a mí una pareja, cuya chica rubia, corpulenta y largas trenzas rubias, posiblemente sueca, empieza a entonar una bella canción, ¿se tratará de un canto vikingo?… pienso yo. Reconsidero mi primera intención de adelantarlos, para escuchar la canción completa, una bonita forma de arrancar el día.
Continua la ascensión, y cambio el canto vikingo por el de miles de pájaros que flanquean el camino. El día promete altas temperaturas (estamos en plena Ola de calor), con valores máximos de 37 grados. Si estuviéramos en cualquier otro lugar del mundo y bajo estas condiciones, desistiríamos de caminar, pero cuando haces el Camino de Santiago, nada te puede parar, ni la lluvia, ni el frío, ni los dichosos 37 grados de hoy. Es uno de los muchos efectos beneficiosos que aporta el Camino, ponerte en modo “reto” y trabajar tu determinación.
El final de la primera subida de la etapa de Portimarín a Palas de Rei
Tras 5 kilómetros, llegamos a lo que parece el final de la ascensión, o al menos eso quisiéramos. Pero no, tan solo es un pequeño descanso antes de continuar cuesta arriba, eso sí, con pendientes ya menos pronunciadas.

Hoy nos encontraremos con varios Hitos que nos señalizan desvíos complementarios. Dependiendo de nuestra forma física y de las condiciones climatológicas, les podremos hacer caso o no, y hoy claramente “va a ser que no”.
Llegamos a la altura de una antigua fábrica de porcelana y toca cruzar con cuidado por primera vez la carretera. Hordas de peregrinos se aproximan por la retaguardia y otras tantas se ubican frente a mí. Es una etapa larga y todo el mundo se aplica lo de que “a quien madruga, Dios lo ayuda”. Si ayer fueron los Mexicanos los que dominaron la ocupación de la vía, hoy son los andaluces los reyes absolutos. Marchan en grupo entre risas y algunos chistes, en una procesión que claramente recuerda alguna de las numerosas romerías que tienen lugar en España, especialmente en el sur de la península.

Entre Castromaior y Hospital de la Cruz, una nueva subida empinada nos quita el aliento, pero al llegar a lo alto del monte, las vistas nos recuerdan que si mereció la pena. Breve parada en un restaurante para hidratarse y a la salida esta exposición de tractores llama mi atención. Estamos en una zona rural que vive de la tierra y del ganado.


Llegamos a Ventas de Narón
La siguiente parada será en Ventas de Narón, otra pequeña aldea con un par de albergues / restaurantes. Se puede parar a comer aquí o hacerlo algo más adelante. Por el camino, me cruzo con una casa que tiene curiosos parterres como el de las setas venenosas y la mariquita. Está claro que contra gustos no hay nada escrito, y personalmente reconozco no he aprendido a apreciar la belleza de estos jardines ornamentados con motivos como pueden ser los siete enanitos, Troles, Gnomos, mariquitas o setas alucinógenas.

El sol cae de lo lindo, y tras un breve descenso donde encontramos una cruz frente a la cual se hayan apostados una veintena de peregrinos franceses (circunstancia que aprovecho para sacar a relucir mi escaso vocabulario en esta bella lengua, con un breve “Bon Apres-midi”), llegamos a un albergue, no recuerdo si en Lameiros o en Ligonde, donde un grupo de jóvenes voluntarios nos obsequian con bebidas frías o calientes (limonada en mí caso), con sus mejores sonrisas y, para los más abiertos atrevidos, con abrazos. Frente al albergue, unas simpáticas gallinas sortean el calor con agua abundante.


Últimas subidas de Portomarín a Palas de Rei
Continuamos el camino con las últimas subidas, disminución en número compensada con la ausencia de arbolado, lo que nos permite mejorar notablemente nuestro incipiente bronceado. Justo en este punto me uno a una joven pareja valenciana, ambos sumamente agradables. Me explican entre risas como le habían echado a la jornada 4 kilómetros extras al desviarse para ver una iglesia y recibir una larga explicación de cura de toda la historia de ese santo lugar. Me imagino a los pobres, ambos dos muy educados, soportando las explicaciones durante casi una hora.

En muchos pueblos se hacen visibles las hortensias, generalmente azuladas, rodeando incluso como en este caso, la totalidad de la casa. A pocos metros de esta casa, se oye a alguien que está aprendiendo a tocar el violín, el tema escogido “La Marsellesa”, muy adecuado en los días que corren.

Finalmente, tras una bajada, llegamos a Palas de Rei. Desde las primeras casas y la piscina municipal, aún nos queda un kilómetro hasta llegar al centro del pueblo, donde se hayan multitud de albergues y esta iglesia.

Fin de la jornada (de algo más de 23 kilómetros) y nos retiramos a descansar, no sin antes en mi caso para aprovechar a pintar un precioso hórreo situado en el jardín particular de mi alojamiento.

Espero que te haya gustado el relato de esa segunda etapa que va de Portomarín a Palas de Rei. Lee también que pasó a la SIGUIENTE ETAPA y apúntate a cualquiera de los Caminos que te ofrecemos desde Creative Rural.